Se habían quedado mis anhelos colgados en las paredes. Allí en el retrato, en los pasillos de mi casa, observo ese pasado detenido. Da la impresión que algún fantasma olvidado, hubiere ordenado ... ¡un dos tres momia...!. ese jueguito de niños, que parece modernizarce allí en las murallas de mis recuerdos.
Lo miro todo, pasando de mi foto de bautizo al retrato; de la foto de mi madre a tus ojos que ahora parecen mirarme indiferentes; de mis diplomas, a ti y siempre lo mismo, en un tic tac monótono y aritmético del tiempo. Te has convertido en aquella que distribuye en mis espacios, todos mis pensamientos. Eres la que ordena y sigue ordenando mis quehaceres, con indeferencia, con la misma indiferencia.
¿No crées que es hora que ésto acabe de una vez? No te das cuenta, que ese retrato, ya forma parte del pasado y no te refleja, valga mi porfía, dentro de la amargura que dejaste al partir.
¡No! no es tuya la culpa. (hablo del retrato aquel, que permanece en la pared)
Al menos si me atreviera a guardarlo en un baúl. Baúl rima con ataúd y tal vez pudiera hacer definitivamente el duelo, celebrarlo ya en mi ocaso y pretender arañar de nuevo una caricia.
Si eso haré y te compraré las últimas flores, últimas rosas rojas que no disfrutarás ya que serán mi pasión por ti que también entierre contigo. Pero sí, te llevaré rosas blancas. Si puedes, disfrútalas; con ellas y por mis hijos, sabrás que te he perdonado.
Si, te ruego: quédate tranquila en el baúl. Quizas un día te encuentren tus hijos en medio de tanto pétalo marchito y decidan volverte a sus paredes.
Mientras yo, en el hueco de la muralla que dajará el retrato, colgaré mis nuevas esperanzas.